Una semana entera de estudio, subrayado impecable, esquemas bien hechos... y el lunes siguiente, la mente en blanco. Como si todo se hubiera esfumado durante el fin de semana. ¿Te suena? No es un fallo personal: es una señal de que el repaso no está funcionando.
El problema no es estudiar poco, sino olvidar rápido. Y eso, por suerte, tiene solución. Hacer repasos inteligentes no significa repetir como autómata, sino planificar bien cuándo, cómo y qué repasar. Porque sí: hay formas de evitar ese eterno empezar de cero.
El repaso es parte del estudio, no algo extra
Muchos lo ven como un “plus”, algo que se hace si sobra tiempo. Y ahí está el error. El repaso no es opcional, es lo que convierte el estudio en conocimiento duradero.
Piensa en esto: aprender sin repasar es como llenar un cubo con agujeros. Por más que lo intentes, lo que entra, se va.
El secreto está en el cuándo: espaciado, no acumulado
Repasar todo la noche antes del examen es como regar una planta después de que se haya secado del todo. Tarde. La técnica más efectiva, según estudios de neurociencia, es el repaso espaciado: volver al contenido en intervalos estratégicos.
Ejemplo práctico:
– Día 1: Estudias un tema.
– Día 2: Primer repaso.
– Día 4 o 5: Segundo repaso.
– Día 8: Tercero.
– Luego, repasar cada 10-15 días.
Este método refuerza la memoria justo antes de que el olvido empiece a actuar.
Qué repasar: no todo vale
Repasar no es releer el libro entero. Es volver sobre lo esencial: los conceptos que más cuestan, los que tienden a olvidarse, los que son clave para entender otros.
Sugerencia útil:
– Ten una lista de “conceptos débiles” e inclúyelos en cada sesión de repaso.
– Usa tarjetas de memoria, resúmenes breves o mapas conceptuales.
Lo importante no es la cantidad, sino el enfoque: más precisión, menos dispersión.
Cómo repasar: activa la mente, no la adormezcas
El repaso pasivo (subrayar por enésima vez, releer sin atención) apenas deja huella. En cambio, el repaso activo implica esfuerzo mental: recuperar la información sin tenerla delante, explicarla, aplicarla a un ejercicio.
Formas de hacerlo mejor:
– Hacer preguntas y responder sin mirar los apuntes.
– Enseñar el tema a otra persona (aunque sea al aire).
– Usar ejercicios tipo test o casos prácticos.
Cuanto más se obliga la mente a sacar lo que sabe, mejor lo guarda.
Planifica el repaso como parte de la semana
No lo dejes al azar. Incluir sesiones de repaso en tu horario es lo que evita que te olvides de lo que estudiaste hace días.
Consejo de organización:
– Dedica un día a la semana solo a repasar.
– Añade 15-20 minutos de repaso diario para lo visto esa semana.
– No esperes a sentir que “ya se te ha olvidado” para volver a un tema.
La constancia gana siempre a la intensidad.
Recuerda que repasar no es retroceder, es asegurar lo aprendido. Quien repasa con estrategia no empieza de cero: construye sobre terreno firme. No se trata de estudiar más, sino de estudiar con más memoria.
Así que la próxima vez que termines un tema, no lo entierres. Regrésalo al presente, recupéralo, y verás cómo deja de ser un borrón cada lunes.